En el bar que te digo siempre era de noche.
Pero el alba y su claridad
se intuían detrás de la puerta,
por ese filo al que uno daba la espalda:
una luz que reptaba, amenazante,
pegada al suelo, donde el día
reclamaba su abrazo de horror.
Y seguíamos bebiendo
mientras creciera la náusea,
conjurados en el empeño
de una eterna noche,
asidos a una suave tristeza.
Luego, en la cama,
justo antes de dormir,
ya muy de mañana,
aparecía la verdad terrible:
sábado, 14 de junio de 2008
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3 comentarios:
hermosas fotofobias de crápula, hermano de sangre...
Qué grande. Me deja frente a la tragedia, a unos pocos centímetros.
Iván 782563423 grandes poemas qeu te leo, mariscal
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