viernes, 19 de septiembre de 2008

Un antiguo poema de mucha actualidad

No sé de dónde me viene
ese deseo ansioso
de tirarme de cabeza a las flores,
de pintarme la cara con agua de río
y colocarme una sonrisa de bosque azul.
Y no sé por qué ese deseo
es juguetón y travieso
y le saca la lengua a la realidad,
esa cronometrada y virtual realidad
que es como misa del gallo
oficiada en los antros oscuros de pobreza
y las oficinas con corbata de la Quinta Avenida.
Y no sé por qué siempre creo
que detrás de las antenas
voy a encontrarme una avispa
jugando al parchís con sus alas,
o por qué siempre creo
que dentro del televisor
se esconde un elfo aprendiendo esperanto.

Algo debe ser, amor,
lo que me invita a mirarte a los ojos
cuando lees un poema
o lloras viendo el beso de la escena última,
o acaricias cuidadosamente el pomo de mi puerta
con unas manos que no son tuyas ni mías
sino del silencio azul de las violetas.
Algo será lo que tengo
que se me expande como el eco
a través de mi voz y de mi locura,
o también como la pobreza y la miseria
a través de la esfera de acero del mundo.

Algo será.
Algo será, porque siento mirar al cielo
y encontrarme un dólar en vez del sol
y un Cartier en vez de la luna.
(Y ahora, ¿a quién le dejo yo
mi Amazonas muerto de inocencia?
¿A quién le pido auxilio
si el propio amor me da la hora?)
No sé.
Algo tengo.
Algo tengo que me hace odiar
los enchufes que tocan tus dedos,
los interruptores que te besan la piel,
los botones que escupen tus poros.
Es decir: la luz, la tele, el lavaplatos,
el rostro de enfado, tu rostro de los domingos,
el rostro del Pato Donald,
la palma de una mano abierta -así-
los ojos de mortero inesperado de los muertos,
el general que responde con flores de luto
o el grito colgado de la lámpara
inmensa y codiciosa de la White House,
y que no deja dormir a los criados por las noches.

Y no sé por qué,
pero siento que cuando apagas la luz
y te desnudas la risa
se me encienden todas las luciérnagas
y los ciervos bailan una polka en mi cabeza
y mi dragón preferido le da un beso en la boca
a la diminuta hormiga roja que habita
en el centro exacto de la Tierra.

Y no sé cómo ni por qué,
pero cuando apagas la luz
y te desnudas la voz,
un coro inmenso de niños neoyorkinos
con pantalones cortos rojos -muy rojos-
me atracan salvajes con un poema en los labios.
Y río, río,
yo también río,
río cuando veo vencedores sin medalla
que se emborrachan de amanecida,
o vasos de cristal que acogen
rosas rojas caídas de las voces
de un feliz tendero septuagenario.
Y me siento bien,
infinitamente bien,cuando cierro los ojos
y veo a toda la Humanidad
mirándose de frente sin cara de póker.

Por todo ello podréis entender
que no sé qué es lo que tengo dentro
que se abre como una flor azul en la yema de tus labios
y que se cierra como una ventanilla lunática
en los ojos de millones de mendigos hambrientos.

viernes, 12 de septiembre de 2008

El hombre se volvió sedentario y agricultor para beber cerveza y emborracharse


La vieja idea de que el ser humano se asentó para cultivar y alimentarse mejor ha sido refutada por el científico alemán Josef H. Reichholf, quien afirma que los cazadores del neolítico nunca hubieran cambiado la caza por la agricultura de no ser que hubiera un aliciente adicional: la fiesta.

EFE. Berlín.
El hombre se volvió sedentario y agricultor hace unos 10.000 años, dando pie a la llamada revolución del neolítico, para beber cerveza y embriagarse y no con el fin prioritario de mejorar o asegurar su alimentación. Así lo afirma el biólogo e historiador natural alemán Josef H. Reichholf en su nuevo libro Por qué los hombres se volvieron sedentarios, en el que explica las causas de la revolución que dio lugar a la formación de pueblos y religiones. El catedrático de la Universidad Técnica de Múnich considera totalmente errónea la teoría de que la humanidad empezó a cultivar plantas, abandonó la vida nómada y se estableció de manera permanente en un lugar determinado para alimentarse mejor. "Esa visión habitual confunde causas y consecuencias. Cuando los cazadores y recolectores abandonaron su forma de vida y alimentación tradicional tuvo que darse alguna ventaja inicial", explica el experto, quien subraya que al principio "el cultivo de plantas no trajo consigo ninguna ventaja sobresaliente para la supervivencia". Añade que las cosechas iniciales eran demasiado reducidas y el cultivo de la tierra muy laborioso, lo que no podía garantizar la supervivencia de un pueblo sólo con la agricultura, y sostiene que el hombre del neolítico continuó cazando y recolectando para subsistir. En ese sentido califica igualmente de errónea la teoría de que en las primeras regiones de asentamiento sedentario de la humanidad, en la llamada media luna que va de Egipto a Mesopotamia, había poca caza y mucha vegetación. "Era totalmente distinto", asegura el experto, quien considera que esas regiones eran ricas en caza por lo que no había necesidad de abandonar esa forma de subsistencia y absurda la teoría de que una región pueda ser fructífera y pobre en animales salvajes a la vez. "Por el contrario yo afirmo que la agricultura surgió de una situación de abundancia. La humanidad experimentó con el cultivo de cereales y utilizó el grano como complemento alimenticio. La intención inicial no era hacer pan con el grano, sino fabricar cerveza mediante su fermentación", señaló Reichholf ante la prensa en la presentación de su libro. El catedrático muniqués asegura que la humanidad siempre ha sentido la necesidad de alcanzar estados de embriaguez con drogas naturales que "transmiten la sensación de trascendencia, del abandono del propio cuerpo". En ese sentido, subraya la importancia de los chamanes, que eran quienes conocían los efectos y la dosificación de esas drogas, desde el alcohol a los hongos, pasando por las plantas que se pueden fumar, cuyo uso tenía muchas veces fines rituales en ceremonias de carácter religioso. La cerveza se puede fabricar con grano de cereal salvaje, del que no se pueden hacer grandes cosechas ni alimentar a un pueblo, afirma el biólogo, quien destaca que la cerveza y el vino fomentan el sentido de unidad de un pueblo o una tribu, pero no garantizan su supervivencia. Igualmente asegura que el pan no empezó a producirse hasta que la humanidad no fue capaz de cosechar cereales en abundancia, lo que no sucedió hasta milenios después de que se empezara a recolectar cereal salvaje para transformarlo en cerveza. "Además, la facultad de fermentar cerveza no fue algo espontáneo. La humanidad conocía ya con anterioridad la fermentación de la fruta", afirma Reichholf, quien subraya que el hombre primitivo ya sabía hacer vino de uva y otros frutos que recolectaba en la naturaleza.