viernes, 6 de febrero de 2009

La ventana

Ahora que he reformado mi cuarto de cabo a rabo (por fin!, malditas obras...), nada mejor que recordar este poema sobre el (no) paso del tiempo y sobre, como diría Balzac (y aquí me pongo cultureta) las ilusiones perdidas.
Y las no encontradas.
Y las que salieron a mi paso.
Ah, y la ventana sigue igual, pero dentro de unos días desaparecerá (que no sus vistas, claro). Este es un homenaje al tiempo que pasé buscando con los ojos en la lejanía las respuestas a mis preguntas, los añorados destinos de mi andar torpe, las noches de calentura asomando mi cabeza sobre su alféizar.

I

En esta misma ventana, de niño,
miraba yo pasar las tardes
y los edificios de enfrente.
Olor a calle y café recién hecho,
era la vida una pluma
que me acariciaba el corazón.

Pero quería huir y sabía cómo:
dejaría pasar el tiempo, me haría mayor
y serían míos por fin los horizontes.











II

Sigo pensando
que algo de eso conseguí.

Porque miro por la ventana
y reconozco la vasta lejanía,
la humilde inmensidad de los años,
los viejos caminos que van a las playas,
el azul jacinto de un cielo compartido
y allá, al fondo, la única frontera
y su luz caliente de sueños.

1 comentario:

María Socorro Luis dijo...

Los horizontes seguirán siendo tuyos, mientras conserves los sueños.
Me gusta tu poema.
Saludos